...y llegó el día!
Por fín llegó el día, el pasado viernes 5 de marzo cantamos la Misa anunciada en el Monasterio San Juan Evangelista, de Ciempozuelos.
Ha sido una experiencia preciosa, se han cumplido ampliamente las expectativas puestas en la misma.
Comenzando por el lugar, preciosa y recogida Iglesia con una acústica ideal (dichosa acústica, sin duda, nuestra espada de damocles) para el canto coral a capella. Lleno de público como no podía ser de otra manera, dada la gran devoción que el Cristo de Medinaceli despierta en tantos y tantos lugares, entre ellos, Ciempozuelos. La acogida cálida y amable de los miembros de la Hermandad, en especial su Presidente, Jaime, persona entusiasta donde las haya, todo un placer conocerle y compartir experiencias con él. El Sacerdote que ofició la Misa, nos ayudó en todo momento a que todo estuviera apunto y en el momento correcto. Las Hermanas Clarisas, que nos dieron su bienvenida y su dulce voz entonando el Salmo.
La ceremonia fue muy bonita, se nos hizo corta, quizá porque nos encontrábamos muy agusto y entre amigos.
Fuera de los muros de la Iglesia, una lluvia inmisericorde que caía como si el cielo fuera a romperse, llegamos desde Móstoles en una tarde sombría y regresamos en una noche oscura que no desmerecieron en absoluto el disfrute de poder cantar en un lugar tan especial.
Antes de salir, pregunté a mis compañeros del coro (algo que no había hecho nunca hasta ese momento) cómo se encontraban. Les pedí que me dijeran, de uno a cien, qué porcentaje de sí mismos sentían que podían dar en la interpretación de los cantos. A veces las dolencias de garganta, un simple catarro, un estado emocional bajo, hacen que no rindamos al cien por cien. Fueron muy sinceros, y hubo, desde quien sentía que sólo estaba al setenta por ciento, hasta los que sentíamos que podíamos estar en plenitud de facultades. Me atrevo a decir que, prácticamente todos, dimos todo lo que somos. Que quien pensaba que no podía... sí que pudo.
Queda la satisfacción de haber cantado desde el corazón. Y la alegría de saber que nuestro canto llegó al corazón de quienes nos escucharon. Eso es más que un pleno, eso es la razón de tantas horas de ensayo y trabajo. No podemos pedir más. Me siento muy orgullosa de este Coro de Cámara "Guido d'arezzo", que entre todos mantenemos vivo y con ilusiones siempre por cumplirse. El pasado 5 de marzo, en Ciempozuelos, se cumplió uno de nuestros sueños. Otros muchos estarán por llegar.
Ha sido una experiencia preciosa, se han cumplido ampliamente las expectativas puestas en la misma.
Comenzando por el lugar, preciosa y recogida Iglesia con una acústica ideal (dichosa acústica, sin duda, nuestra espada de damocles) para el canto coral a capella. Lleno de público como no podía ser de otra manera, dada la gran devoción que el Cristo de Medinaceli despierta en tantos y tantos lugares, entre ellos, Ciempozuelos. La acogida cálida y amable de los miembros de la Hermandad, en especial su Presidente, Jaime, persona entusiasta donde las haya, todo un placer conocerle y compartir experiencias con él. El Sacerdote que ofició la Misa, nos ayudó en todo momento a que todo estuviera apunto y en el momento correcto. Las Hermanas Clarisas, que nos dieron su bienvenida y su dulce voz entonando el Salmo.
La ceremonia fue muy bonita, se nos hizo corta, quizá porque nos encontrábamos muy agusto y entre amigos.
Fuera de los muros de la Iglesia, una lluvia inmisericorde que caía como si el cielo fuera a romperse, llegamos desde Móstoles en una tarde sombría y regresamos en una noche oscura que no desmerecieron en absoluto el disfrute de poder cantar en un lugar tan especial.
Antes de salir, pregunté a mis compañeros del coro (algo que no había hecho nunca hasta ese momento) cómo se encontraban. Les pedí que me dijeran, de uno a cien, qué porcentaje de sí mismos sentían que podían dar en la interpretación de los cantos. A veces las dolencias de garganta, un simple catarro, un estado emocional bajo, hacen que no rindamos al cien por cien. Fueron muy sinceros, y hubo, desde quien sentía que sólo estaba al setenta por ciento, hasta los que sentíamos que podíamos estar en plenitud de facultades. Me atrevo a decir que, prácticamente todos, dimos todo lo que somos. Que quien pensaba que no podía... sí que pudo.
Queda la satisfacción de haber cantado desde el corazón. Y la alegría de saber que nuestro canto llegó al corazón de quienes nos escucharon. Eso es más que un pleno, eso es la razón de tantas horas de ensayo y trabajo. No podemos pedir más. Me siento muy orgullosa de este Coro de Cámara "Guido d'arezzo", que entre todos mantenemos vivo y con ilusiones siempre por cumplirse. El pasado 5 de marzo, en Ciempozuelos, se cumplió uno de nuestros sueños. Otros muchos estarán por llegar.
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